06 marzo 2011

Maratón de Tokyo 2011

Eran las 6.46 de la mañana del domingo 27 de febrero. El día amanecía claro y sin probabilidades de lluvia. Me vestí adecuadamente, y me preparé para la carrera más larga de mi vida. Hice estiramientos, calenté todos lo músculos y cogí el tren que a la postre me llevaría a Shinjuku.

La ciudad, en toda su extensión, se engalanó para el evento, y yo, como otros tantos, me dispuse en la línea de salida de la MARATON DE TOKYO 2011.

42.195 metros me esperaban por delante.




El comienzo fue duro, había mucha gente apelotonada queriendo hacerse un hueco, pero nadie allí tenía la experiencia que yo poseo de un domingo o lunes de carnaval en Cádiz. En poco tiempo me hice un hueco en primera línea.

Con mi cámara a cuestas esperaba ansioso el momento de la salida. El gentío era abrumador, la gente no paraba de animar (Gambaré!! Gambaré!!) y aún no habían dado el pistoletazo.


Antes de la salida pudimos contemplar como terminaba la carrera anterior, la carrera de los discapacitados ... todos unos máquinas.




En cuanto anunciaron la salida la gente salió disparada, todo fue muy rápido, y más preocupado en conservar mi cámara que en guardar mi puesto en seguida perdí posiciones y me vi envuelto por una marejada de gente dispuesta a no quedarse atrás.


Los primeros kilometros mis zapatos me quemaban, el ritmo de la carrera era endiablado y a mi me faltaba experiencia que a otros les sobraba. Había mucha más gente mucho más preparada que yo y eso lo noté en seguida. Fui perdiendo puestos progresivamente, y ya en el kilometro diez mis músculos no respondían a mis deseos, aquí es donde vi los primeros abandonos y mi moral empezó a caer ...


Había planificado mal la carrera y a aún quedaba más de la mitad del recorrido. No había tenido en cuenta el recorrido en toda su amplitud y eso hizo mella en el resultado final que quedó muy lejos de mis perspectivas iniciales.





Poco a poco fui descubriendo el lado más colorista de la carrera y me centré en el para al menos no dejarme llevar por la desidia y la desesperanza. Los ánimos del público nunca dejaron de disminuir, al contrario aumentaban con el paso de los kilómetros.




Echar un vistazo a mi alrededor al menos alegraba mi vista, y a pesar de no haber conseguido mi propósito inicial (en el kilometro 30 ya no era persona) siempre podía codearme con los más singulares personajes que corrían la maratón. Desde un pescao ...


pasando por Piccolo,


codeándome con el abuelo y su conejito rosa,


superwoman,


los que salían del armario,


el mono Amedio,


Ultraman,


las estatuas de la libertad,


el condón humano,


el falto de cariño,



la clásica abejia Maya,


y la pseudo azafata,


Otros sin embargo iban más en serio, y no dejaban entrever más allá de sus ganas de acabar la carrera a toda costa, y a ser posible entre los mejores ....




Yo desistí muy cerca de la meta, después de perseguir (en metro) a los que corrían por todo Tokyo, no podía hacer más fotos, las agujetas de mi dedo me estaban matando ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario